Más la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos; Sobre los que guardan su pacto, Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra. Salmo 103:17,18.
La
misericordia es un atributo que el agente
humano puede compartir con Dios.
Como
Cristo lo hizo, así también uno puede asirse del brazo divino y estar
en comunión con el poder divino. Nos ha sido señalado un servicio de misericordia que
realizar por nuestros semejantes. Al cumplir dicho servicio, estamos trabajando juntamente con
Dios. Por lo tanto, hacemos bien en ser misericordiosos
así como nuestro Padre en los cielos es misericordioso.
Dios dice: “Misericordia quiero, y no sacrificio”.
Mateo 9:13. La misericordia es bondadosa, compasiva. La misericordia y el amor de Dios purifican
el alma, embellecen el corazón y limpian la vida de egoísmo.
La
misericordia es una
manifestación del amor divino, y se muestra en los que,
identificados con Dios, le sirven reflejando la luz del cielo sobre
la senda de sus semejantes.
La condición de muchas personas requiere el ejercicio de la genuina misericordia. Los cristianos, en su trato
el uno con el otro, deben ser regidos por principios de misericordia y
amor.
Deben utilizar cada oportunidad para ayudar a sus semejantes en desgracia. El deber de todo cristiano está claramente trazado en las palabras: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando”. “Como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Lucas 6:37,38, 31.
Éstos
son los principios que haremos bien en fomentar.
Que los que deseen perfeccionar un carácter semejante al de Cristo, mantengan
siempre en vista la cruz en la que Cristo murió una muerte cruel para redimir a
la humanidad.
Que siempre alberguen el mismo espíritu misericordioso que llevó al Salvador a hacer un sacrificio infinito por nuestra redención.
The Signs of the Times, 21 de mayo de 1902. Ver En
Lugares Celestiales, 240, 292. [183]
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