12 Después volví yo a mirar para ver la
sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque
¿qué podrá hacer el hombre que venga
después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
13 Y he visto que la sabiduría sobrepasa a
la necedad, como la luz a las tinieblas.
14 El sabio tiene sus ojos en su cabeza,
más el necio anda en tinieblas;
pero también entendí yo que un mismo
suceso acontecerá al uno como al otro.
15 Entonces dije yo en mi corazón: Como
sucederá al necio, me sucederá también a mí.
¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora
por hacerme más sabio?
Y dije en mi corazón, que también esto era
vanidad.
16 Porque ni del sabio ni del necio habrá
memoria para siempre;
pues en los días venideros ya todo será
olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
17 Aborrecí, por tanto, la vida, porque la
obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa;
por cuanto todo es vanidad y aflicción de
espíritu.
(Eclesiastés 2).
12. Volví
Yo. Com. vers. 11: "me volví hacia", para observar con especial cuidado.
La palabra hebrea significa mucho más que "mirar sin prestar atención".
Salomón había experimentado los placeres físicos y tomado nota de ellos.
Ahora comienza un examen realista de la sabiduría y la necedad.
La palabra hebrea significa mucho más que "mirar sin prestar atención".
Salomón había experimentado los placeres físicos y tomado nota de ellos.
Ahora comienza un examen realista de la sabiduría y la necedad.
¿Qué podrá hacer? Heb. "¿Para qué el hombre que
venga después del rey?" Quizá signifique que el rey pregunta qué
aprovechará que un hombre inferior a él trate de llevar a cabo las diversas
empresas que él había emprendido. El, como rey, tenía a su disposición toda
suerte de recursos; aún más, superaba a sus súbditos en sabiduría.
Ya ha sido hecho. La persona inferior, que viniera
"después del rey", difícilmente podría esperar hacer más de lo que
Salomón ya había alcanzado. Salomón había comprobado la vacuidad e inutilidad
de los placeres de este mundo; por lo tanto, el asunto podía considerarse ya resuelto.
13. Y He
Visto. El que
dudaba, que no podía estar contento sin comprobar cada asunto en persona, dice
ahora "he visto".
La sabiduría sobrepasa a la necedad. Heb. "hay provecho en la
sabiduría sobre la necedad". Salomón mismo se había convencido de que vale
la pena adquirir la verdadera sabiduría.
Como la luz a las tinieblas. Heb. "el provecho de la luz sobre las
tinieblas". En esta figura de lenguaje se comparan "la luz" con
el desarrollo espiritual y mental, y "las tinieblas", con la
depravación y el menoscabo mental y moral. El apóstol Pablo usa una metáfora
equivalente (Efe. 5: 8; 1 Tes. 5: 5).
Se comparan los caminos de la rectitud con
la luz (Sal. 37:6; 119: 105; Isa. 51: 4), y los de la impiedad con las
tinieblas (Job 37: 19; Prov. 4: 19). El apóstol Juan presenta a
Jesucristo como la luz del cielo que brilla en medio de las tinieblas de este
mundo (Juan1: 4, 5).
14. Ojos. Los ojos del sabio están donde Dios
quiere que estén: en una posición para mirar directamente hacia adelante y
evitar tropiezos. Compárese con las palabras de Jesús en Juan 11: 9.
En Efe. 1: 18 hay otra aplicación
espiritual.
El necio. El sabio ve por dónde va, y toma el
camino más directo; el necio anda a tientas en la incertidumbre, y
tropieza. Una metáfora similar se halla en Prov. 17: 24:
"Los ojos del necio vagan hasta el
extremo de la tierra".
Entendí yo. Expresión enfática. Heb.
"entendí, también yo"; lo cual sugiere
que Salomón descubrió que era imperativo
que alabara la sabiduría.
Un mismo suceso acontecerá. Heb. "sucede un suceso" (ver
Sal. 49: 10; 90: 3-5).
Finalmente, la muerte sorprende tanto al
sabio como al necio.
15. Me
Sucederá. Tanto el
necio como el sabio mueren.
A primera vista parece no haber
diferencia.
Por hacerme más sabio.
¿Qué provecho hay en un programa laborioso
de estudios, en el que uno "se quema las pestañas"?
El que se esfuerza desmedidamente en
la vida para hacer frente a sus dificultades y superarlas, está tan
verdaderamente muerto cuando muere como el simplón que tan sólo ha existido.
También esto era vanidad. Por lo tanto, Salomón razonaba: la
ambición y el esfuerzo para avanzar en la vida carecen de valor, son un mero y
fugaz aliento. En realidad, fuera de Dios no hay respuesta para los enigmas de
la vida. El verdadero fin de la existencia sólo se encuentra cuando uno crece
en la sabiduría de Dios y hace de su voluntad una norma de la vida.
16. Habrá
Memoria. Tanto el
necio como el sabio son pronto olvidados por sus prójimos.
Por supuesto, esta declaración es
verdadera en lo que atañe a este mundo, pero queda un recuerdo sempiterno para
el que ordena su vida de acuerdo con la sabiduría divina (Sal. 112: 6; Prov.
10: 7),
y él puede regocijarse con confianza
porque su nombre está escrito en los cielos (Luc. 10: 20; Fil. 4: 3).
Olvidado. El mundo olvida, pero Dios recuerda (Mal.
3: 16, 17; Juan 14: 1-3).
17.
Aborrecí. El texto
hebreo no indica un sentimiento de odio ni hostilidad, sino de repulsión,
disgusto, cansancio o antipatía. La raíz etimológica significa
"fealdad" o "deformidad", tanto en sentido físico como en
temperamento o carácter. El mismo verbo aparece en Mal. 1: 3, donde dice que
Dios aborreció a Esaú. Dios quedó decepcionado y disgustado con Esaú, pero no
lo "odió" en el sentido común de la palabra. Aunque Dios odia al
pecado, ama al pecador.
(Dios aborreció a Esaú, porque
siendo privilegiado en conocer la luz de la verdad divina. Menosprecio su
legado espiritual, haciendo todo en contra de los mandatos expresos de Dios.
Hoy diríamos cristianos-mundanos. Vivía entre Dios y el diablo. Como Dios
aborrece el mal.
Esaú fue aborrecido).
Esaú fue aborrecido).
En este versículo Salomón aclara su
pensamiento: "La obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa".
Todo lo que Salomón había intentado quedó tan lejos de proporcionarle la
satisfacción que había esperado, que el mismo pensamiento de esas cosas sólo
aumentaba su descontento.
Me era fastidiosa. Heb. "mal sobre mí' (ver Job 3:
24-26; 7: 14-16).
Aflicción de espíritu. O, "alimentarse de viento"
(ver Ose. 12:1; ver com. Ecl. 1:14; 2: 11). 3CBA
Ministerio Hno.
Pio
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