Para
que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos
cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda
la plenitud de Dios. (Efesios 3:17-19).
En su carta a
los colosenses, San Pablo
enumera las abundantes bendiciones concedidas a los hijos de Dios.
Por lo cual también
nosotros, desde el día que lo oímos,
"No cesamos -dice-
de orar por vosotros, y de pedir
que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda
sabiduría e inteligencia espiritual,
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a
la potencia de su gloria, para toda
paciencia y longanimidad" (Colosenses1:9-11).
Escribe
además respecto a su deseo de que los hermanos de
Éfeso, logren comprender la grandeza de los privilegios del cristiano.
Les expone
en el lenguaje más claro el maravilloso conocimiento y poder que pueden poseer como hijos e hijas del
Altísimo.
De
ellos dependía que fueran "fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu", y
"arraigados
y cimentados en amor", para poder "comprender con todos los
santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la
altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento". Pero
la oración del apóstol alcanza al apogeo del privilegio cuando ruega que sean "llenos de toda la plenitud
de Dios" (Efesios 3:16-19).
Así se ponen de
manifiesto las alturas de la perfección que podemos alcanzar por la fe en las promesas de nuestro Padre
celestial, cuando cumplimos con lo que Él
requiere de nosotros.
Por los méritos
de Cristo tenemos acceso al trono del Poder Infinito. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que
lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas?" (Romanos 8:32).
El Padre dio a
su Hijo su Espíritu sin medida, y nosotros podemos participar también de
su plenitud
Por medio de
Jesús, los hijos caídos de Adán son hechos "hijos de
Dios". "Porque el que
santifica y los que
son santificados, de uno son todos; por lo cual no se
avergüenza de llamarlos hermanos" (Hebreos 2:11).
La vida del
cristiano debe ser una vida de fe, de victoria y de gozo en Dios...
Con razón declaró Nehemías, el
siervo de Dios: "…El gozo de Jehová es vuestra fuerza"
(Neh. 8:10).
Y San Pablo dijo: "Regocijaos
en el Señor siempre. Otra
vez digo:
¡Regocijaos!" "Estad
siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de
Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (Filipenses 4:4; 1Tesalonicenses 5:16-18)...
Sólo en la
medida en que la ley de Dios sea repuesta en el lugar que le
corresponde habrá un
avivamiento de la piedad y fe primitivas entre los que profesan ser su pueblo. -El gran conflicto, págs. 530-532. RJ207/EGW/MHP
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